La Gioconda

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La Gioconda – Amilcare Ponchielli

Dramma en cuatro actos.

Libreto de Tobia Gorrio (seudónimo de Arrigo Boito) basado en el drama Angélo, tyran de Padoue de Victor Hugo.
Duración aproximada: 3 horas 30 minutos

 

Una ópera cautivadora con giros inesperados y una producción que hace honor a una partitura excepcional.

La Gioconda de Amilcare Ponchielli, con libreto de Arrigo Boito, es la única ópera italiana, junto con Mefistofele del mismo Boito, no escrita por Verdi que se mantiene en el repertorio de las partituras creadas en el período comprendido entre el estreno de Don Pasquale de Donizetti (1843) y la eclosión de la “Giovane Scuola” integrada por Puccini y los veristas.

El título reúne lo mejor de los estilos de su época: influencias marcadamente verdianas en las melodías, pasajes corales típicos de la música popular veneciana, soliloquios con toques de Mussorgski o Chaikovski, una orquestación wagneriana, danzas y bailes característicos de la Grand Opéra francesa y un final que anticipa el repertorio verista-naturalista. Todo ello nos sitúa ante una obra maestra sumamente atractiva.
 

Esta magnífica ópera, que siempre ha gozado del favor del público, ofrece la oportunidad de que seis cantantes extraordinarios brillen. Para estas funciones, el Liceu ha reunido a algunas de las estrellas más queridas de la lírica actual: Saioa Hernández y Ekaterina Semenchuk, quien debuta en el papel alternándose con Saioa, nos impactarán con la intensidad del “Suicidio” o la célebre frase del filato y messa di voce “Enzo adorato. Ah! Come t’amo!”, entre muchos otros pasajes. El papel del efusivo Enzo Grimaldo, estrenado por el legendario Julián Gayarre, también presenta altas exigencias técnicas y musicales. En las voces de Michael Fabiano y Martin Muehle escucharemos el precioso “Cielo e mar”.

 

Por otro lado, Laura Adorno requiere una notable extensión vocal, tanto en agudos como en graves. “L’amor come il fulgor del creato” o el dúo con Alvise del tercer acto necesitarán la magia y el carácter escénico de Elina Garanča. Para cerrar el cuarteto principal, Luca Salsi interpretará a Barnaba, uno de los personajes más malvados de toda la literatura operística, con su célebre monólogo “O monumento”.

El maestro Nicola Lusotti, desde el podio, hará una lectura presidida por la experiencia y el rigor musical, con claridad sonora y un increíble trabajo de tensión dramática y fuerza teatral. Entre los pasajes corales y orquestales destaca la famosa “Danza de las horas”.

 

Romain Gilbert, el director de escena, asume que es imposible deslocalizar La Gioconda de Venecia. Así, sitúa la acción en una misteriosa y lúgubre capital de La Serenissima, donde los canales en blanco y negro evocan tanto el aspecto festivo como el lado más siniestro de la ciudad. Completan la ficha de esta nueva coproducción del Gran Teatre del Liceu con el Teatro San Carlo de Nápoles la escenografía de Etienne Pluss y el colorido vestuario del diseñador Christian Lacroix.

Una ópera impresionante llena de giros imprevisibles, donde la nobleza del canto, los destacados intérpretes y la producción harán justicia a esta extraordinaria partitura.

Programa y reparto

La Gioconda – Saioa Hernández | 17, 20, 23, 26 de febrero y 1 de marzo
La Gioconda – Ekaterina Semenchuk | 16, 19, 22, 25, 28 de febrero y 2 de marzo
Laura Adorno – Ksenia Dudnikova | 17, 20, 23, 26 de febrero y 1 de marzo
Laura Adorno – Varduhi Abrahamyan | 16, 19, 22, 25, 28 de febrero y 2 de marzo
Alvise Badoero – John Relyea | 17, 20, 23, 26 de febrero y 1 de marzo
Alvise Badoero – Alexander Köpeczi | 16, 19, 22, 25, 28 de febrero y 2 de marzo
La Cieca – Violeta Urmana | 17, 20, 22, 23, 26, 28 de febrero y 1 de marzo
La Cieca – Anna Kissjudit | 16, 19, 25 de febrero y 2 de marzo
Enzo Grimaldo – Michael Fabiano | 17, 20, 23, 26 de febrero y 1 de marzo
Enzo Grimaldo – Martin Muehle | 16, 19, 22, 25, 28 de febrero y 2 de marzo
Barnaba – Àngel Òdena | 16, 19, 22, 25, 28 de febrero y 2 de marzo
Barnaba – Gabriele Viviani | 17, 20, 23, 26 de febrero y 1 de marzo
Isèpo – Roberto Covatta

 

Dirección de escena – Romain Gilbert
Escenografía – Etienne Pluss
Vestuario – Christian Lacroix
Iluminación – Valerio Tiberi
Coreografía – Vincent Chaillet
Co-producción Gran Teatre del Liceu y Teatro di San Carlo en Nápoles

 

Coro del Gran Teatre del Liceu
Director: Pablo Assante

 

Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu
Director: Daniel Oren

Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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