La Sonámbula

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Melodrama en dos actos. 

Unos de los iconos más celebrados y resistentes del belcantismo

 

En la persecución de su sueño, una mujer joven está a punto de casarse con su amor. Justo en el mismo momento, es descubierta por todo el pueblo durmiendo en casa de un desconocido. Las sospechas de infidelidad que todo el mundo da por ciertas hacen que el joven prometido, loco de celos, rompa su compromiso y necesitará dos actos para averiguar que el sonambulismo es el auténtico culpable del entuerto. 

 

Todo termina con final feliz: la presencia de la chica saliendo por la ventana del molino y arriesgando su vida, constituye la prueba definitiva de su inocencia. 

 

Mucho antes de que el verismo explotara la temática de la infidelidad femenina desde perspectivas realistas, Bellini abordó el que era entonces un espinoso tabú con gran delicadeza dramática.

 

Ambientada en un entorno rural en los Alpes suizos, también idealizados por los románticos en obras como Guillermo Tell, La fille du regiment o Giselle, esta ópera semiseria en dos actos confronta a las gentes de estas tranquilas comarcas a las propias miserias de la humanidad: desconfianza, hostilidad y ostracismo ante la incierta sombra de una vulgar sospecha. 

 

El pueblo acontece el tercer gran protagonista de la ópera, mostrando esa dureza rural que se manifiesta en más rencor que solidaridad y más miseria que abundancia. El sonambulismo de la protagonista actúa así como el revulsivo necesario para despertar a todos de una pesadilla colectiva, a la vez que proporciona el momento álgido a una poética partitura que se acabó convirtiendo en uno de los iconos más celebrados y resistentes del belcantismo. El fenómeno del sueño permite superar los aspectos realistas del personaje, de manera similar a las famosas escenas de la locura tan queridas por los románticos, y su carácter benigno puede conducir al final feliz que reclaman la ópera semiseria y el romance sentimental de la época. 

 

Para descifrar los misterios de la partitura, entregar la magia del bel canto y afrontar la brutal exigencia vocal, tendremos sobre el escenario a Nadine Sierra como Amina y Xabier Anduaga como Elvino, los espectaculares herederos de los legendarios cantantes protagonistas del estreno: Giuditta Pasta y Giovanni Battista Rubini. La extraordinaria inspiración lírica de Bellini despliega sus más refinadas y bellas melodías para contar los sentimientos de los protagonistas. 

 

Además de la increíble aria de Elvino (“Ah! perché non posso odiarti”) tiene el momento más admirable en una de las arias para soprano más sublimes del compositor, la célebre “Ah, non credea mirarti... Ah, non giunge!”, que Amina canta en estado de somnambulismo. 

 

Esta coproducción entre el Gran Teatre del Liceu, el Teatro Real de Madrid, el Teatro Nacional de Tokio y el Teatro Massimo de Palermo, firmada por Bárbara Lluch, fue en su estreno un éxito incontestable. La directora de escena, después de una década de buen trabajo en Londres y con una agenda importante en los teatros europeos de más prestigio, respetando la época en la que se ambientó la ópera, quiere desromantizarla teniendo en cuenta el contexto #Metoo, aportando al cuento bucólico de Bellini un giro dramático final con un toque de modernidad y perspectiva feminista. 

 

Estrenada en Milán en 1831 (y en el Liceu en 1848) forma parte de la admirada trilogía del bel canto belliniano junto a Norma e I Puritani.

 

La sonnambula es un melodrama romántico con todos los ingredientes de intriga amorosa, apariciones fantasmagóricas, sueños coexistiendo con una curiosa incursión científica en el mundo del sonambulismo, tratado como pretexto y a la vez como fenómeno de la patología humana.

 

 - Estreno absoluto: 06/03/1831 en el Teatro Carcano de Milán.

 - Estreno en Barcelona: 21/04/1836 en el Teatre de la Santa Creu.

 - Estreno en el Gran Teatre del Liceu: 05/08/1848.

 - Última representación en el Liceu: 17/02/2014.

 - Total de representaciones en el Liceu: 132.

Programa y reparto

Duración aproximada - 3h

 

CONDE RODOLFO: Fernando Radó

TERESA: Carmen Artaza

AMINA: Nadine Sierra | 22, 25, y 28 de abril y 2, 5 y 8 de mayo

AMINA: Caterina Sala | 16 de abril y 7 de mayo

ELVINO: Xabier Anduaga | 22, 25, y 28 de abril y 2, 5 y 8 de mayo

ELVINO: Omar Mancini | 16 de abril y 7 de mayo

LISA: Sabrina Gardez

ALESSIO: Isaac Galán

 

DIRECCIÓ DE ESCENA: Bárbara Lluch

COREOGRAFÍA: Metamorphosis danza (Iratxe Ansa e Igor Bacovich)

ESCENOGRAFÍA: Christof Daniel Hetzer

VESTUARIO: Clara Peluffo Valentini

ILUMINACIÓN: Urs Schönebaum

PRODUCCIÓN: Gran Teatre del Liceu, Teatro Real, New National Theatre Tòquio y Teatro Massimo di Palermo

CORO DEL GRAN TEATRE DEL LICEU (PABLO ASSANTE, DIRECTOR)

ORQUESTA SINFÓNICA DEL GRAN TEATRE DEL LICEU

DIRECTOR: Lorenzo Passerini

Galería de fotos
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Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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