Las bodas de Fígaro

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Las bodas de Fígaro – Wolfgang Amadeus Mozart

Ópera bufa en cuatro actos.

Libreto de Lorenzo Da Ponte basado en la obra La Folle Journée, ou le Mariage de Figaro de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais.
Duración aproximada: 3 horas y 25 minutos

 

Una partitura genial y llena de giros imprevisibles que sigue el principio de las unidades del teatro clásico: unidad de lugar, tiempo y acción.

Lorenzo Da Ponte, libretista de Mozart en su famosa Trilogía (Le nozze di Figaro, Don Giovanni, Così fan tutte), tuvo una vida de novela: viajero, director del Nuevo Teatro Italiano de la corte de Viena, profesor de italiano en Londres y amigo de Casanova (a quien tuvo muy presente en la caracterización del Don Giovanni), terminó como profesor en la Universidad de Columbia de Nueva York, donde murió.

 

Por otro lado, Beaumarchais, con una personalidad extraordinaria, comparte con Da Ponte una vida llena de aventuras: fue relojero, inventor, dramaturgo, profesor de piano de las hijas de Luis XV, espía, diplomático, editor, horticultor y revolucionario. Beaumarchais tardó mucho en poder publicar Figaro o La folle journée, censurada y obstaculizada por el propio rey por su dura crítica social que ponía el foco en la arrogancia de la clase dominante: la aristocracia justo antes de la Revolución Francesa. La obra muestra el antagonismo social entre clases, amo y criado, y defiende la superioridad moral de la base de la sociedad, alentando a la revuelta.

 

Le nozze di Figaro se nos presenta como un monumento extraordinario, incomparable. Una partitura genial y llena de giros imprevisibles que sigue el principio de las unidades del teatro clásico: unidad de lugar (el castillo del Conde, cerca de Sevilla), de tiempo (siglo XVIII) y de acción.

El público está invitado a sumergirse en la vida tumultuosa de esta galería de personajes: la soledad contemplativa de la Condesa, una Susanna emancipada y astuta frente a la misoginia masculina, un Fígaro obediente al sádico y abusador Conde y un Cherubino inocente y enamorado. Una colección de caracteres que, aunque reside en el mito, refleja un sufrimiento femenino compartido, originado por una violencia masculina. El único refugio de las mujeres es su capacidad para ser solidarias; cuando se separan, se vuelven vulnerables.

 

Este microcosmos puede reducirse a un enfrentamiento binario entre mundos masculinos individualistas y agresivos, y un mundo femenino sensible y generoso. Aquí se recogen todas las variantes del amor: desde el idealismo contemplativo de Cherubino hasta las relaciones esposo-esposa, amante-cortesana y padres-hijos. Un universo de exploraciones perfilado musicalmente por Mozart con precisión para cada personaje.

Desde la fragilidad hasta la violencia, pasando por la generosidad, la alegría y el triunfo del amor, Le nozze di Figaro se convierte en un espejo eterno de la humanidad. La nueva visión de la directora de escena Marta Pazos revela significados nuevos y enfrenta a los espectadores con la noción de seducción, planteando preguntas como: ¿qué significa ser hombre o mujer en la sociedad actual? ¿Qué límites ponemos a nuestro deseo? ¿Qué implica ser pareja hoy en día? ¿Qué consecuencias tienen nuestros impulsos o el abuso?

 

Mozart, quien con Le nozze alcanza la perfección clásica de la belleza, nos ofrece una partitura de gran vigencia y modernidad, que invita a reflexiones más allá de la trama. Así, Le nozze sigue hablando de nuestra sociedad y nuestro tiempo, cuestionando la institución del matrimonio y, en el contexto del movimiento #metoo, denunciando el abuso de poder y la intimidación sexual como manifestaciones de una toxicidad masculina que debe erradicarse.

Las diversas expresiones sobre el amor y la reconciliación son la base de esta obra. En el contexto del catolicismo imperante y la Ilustración de la época, Mozart propone una solución final: el perdón, como una reparación inteligente y necesaria.

Programa y reparto

Conde Almaviva - Andrè Schuen | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Conde Almaviva - Samuel Hasselhorn | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Condesa Almaviva - Adriana González | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Condesa Almaviva - Anett Fritsch | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Susanna - Sara Blanch | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Susanna - Anna Prohaska | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Figaro - Konstantin Krimmel | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Figaro - Alejandro Baliñas | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Cherubino - Julia Lezhneva | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Cherubino - Mercedes Gancedo | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Marcellina - Jennifer Larmore | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Marcellina - Mireia Pintó | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Bartolo - Roberto Scandiuzzi | 5, 8, 10, 13, 15, 18 y 21 de junio
Bartolo - Alejandro López | 4, 7, 9, 12, 14, 17 y 19 de junio
Basilio - Roger Padullés
Don Curzio - José Manuel Montero
Barbarina - Lucía García
Antonio - Luis López Navarro

 

Dirección escénica - Marta Pazos
Escenografía - Max Glaenzel
Vestuario - Agustin Petronio
Iluminación - Nuno Meira
Producción - Gran Teatre del Liceu

 

Coro del Gran Teatre del Liceu
Director: Pablo Assante

 

Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu
Director: Giovanni Antonini

Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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