Oh to Believe in Another World

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Octubre 2024
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Ciclo Sinfónico del Gran Teatre del Liceu

“Representé a Stalin en mi siguiente sinfonía, la Décima. La escribí justo después de la muerte de Stalin y nadie ha adivinado todavía de qué trata la sinfonía. Va sobre Stalin y los años de Stalin. La segunda parte, el scherzo, es un tipo de retrato musical de Stalin. Por supuesto, hay otras muchas cosas en ella, pero esta es la base” – D. Shostakóvich (Testimonio. Las memorias de Dmitri Shostakovich. Relatadas a y editadas por Solomon Volkov, Ed. Aguilar, 1991)  

William Kentridge es uno de los artistas visuales más carismáticos del presente; capaz de hacer críticas sutiles pero muy ácidas en forma de advertencia desde el afilado carboncillo, vuelve al Liceu después de su exitosa producción del Wozzeck de Alban Berg. Volveremos a disfrutar de sus proféticas visiones en las que persigue el sueño de un mundo más justo a través de la película animada que ha creado para la Sinfonía n.º 10 de Dimitri Shostakóvich. 

La estética cinematográfica de Kentridge se basa en la historia del propio medio, desde la animación stop-motion hasta los primeros efectos especiales. El dibujo, en particular la dinámica de borrar y volver a dibujar encima, ha sido un elemento central de sus numerosas obras en los campos de la animación y el cine, en los que las capas de significado se desarrollan solo durante el proceso de su creación. 

Tras su producción escénica de La nariz de Shostakóvich para el Metropolitan de Nueva York, regresa al compositor para producir esta animación ambientada en un museo soviético aparentemente abandonado hecho de cartón y situado en una mesa en un estudio de un artista. Un recorrido por las diversas salas del museo, que incluyen una sala de teatro comunitaria, una piscina pública y una cantera rodeados de figuras cómo son Mayakovsky, su amante Lilya Brik, Trotsky, Shostakóvich como estudiante, su alumna Elmira Nasirova, Stalin y Lenin. Títeres en un entorno en el que deben entenderse como collages. 

Alejado de la idea de hacer de Shostakóvich una banda sonora para el film, sino de llevar en esta sesión la complicada relación entre el compositor con el estado de la Unión Soviética, se presentan cuatro décadas en perspectiva: desde los días de la Revolución de 1917 hasta la muerte de Stalin en 1953, pasando por la muerte de Lenin, el suicidio de Mayakovsky o el asesinato de Trotsky. Un tiempo al que, contra pronóstico, Shostakóvich pudo sobrevivir.  

Josep Pons, experto en el compositor ruso, se pondrá al frente de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu para mostrarnos los secretos de esta partitura colosal. 

Programa y reparto

Duración aproximada: 55 min

Ficha artística

ORQUESTA SINFÓNICA DEL GRAN TEATRE DEL LICEU

DIRECTOR

Josep Pons

 

Programa

D. Shostakóvich 
Sinfonía núm. 10, en Mi menor, op. 93  

W. Kentridge
Oh to Believe in Another World (film) 

Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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