Requiem

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Primera propuesta de Castellucci en el Liceu

 

Envuelta en una aureola de misterio, la enigmática y extraordinaria Misa de Réquiem no es solo la culminación de una etapa en la obra tardía de Wolfgang Amadeus Mozart, dedicada a la música religiosa, sino la cumbre de la historia de la música.

 

Truncada por la prematura muerte del compositor durante su proceso de creación, y verdadero documento autobiográfico, esta obra va más allá del tratamiento de la muerte y del Juicio Divino. Mozart genera una acción dramática capaz de renovar el género sacro, donde la expresión vocal sobresale para iluminar una experiencia desbordante.

 

Su discípulo Franz Xaver Süssmayr, que ya le había asistido en obras coetáneas como La flauta mágica o La clemenza di Tito, completó una partitura alrededor de la cual persisten numerosos interrogantes: Mozart planteó la cuestión de la muerte, pero su pregunta quedó sin respuesta. Mozart supo expresar, a través de este texto de la liturgia cristiana, todos los estados de ánimo: desde el miedo del Juicio (Dies irae) a la esperanza de la clemencia de Dios (Kyrie), de la angustia del sufrimiento inútil (Recordare) a la certeza de un más allá lleno de luz (Luceat eis). 

 

Un llanto fúnebre, pero sobre todo, una plegaria extrema, implorando la misericordia divina. 

 

Pocas veces una música ha estado tan marcada por el genio, la expresión, la fe y el sufrimiento de un ser humano.

“Como la muerte es el verdadero objetivo de nuestra existencia, he conocido tan bien este verdadero y mejor amigo de la humanidad en los últimos años que la imagen de la muerte ya no me da miedo, sino que es mucho más tranquilizadora y consoladora”. – Wolfgang Amadeus Mozart.

 

Estas palabras de Mozart sobre la vida y la muerte han sido el punto de partida para la interpretación de Romeo Castellucci, protagonista absoluto del teatro vanguardista europeo, del emblemático e inacabado réquiem del compositor. Como expresión del temor existencial de la humanidad ante la mortalidad, esta misa de réquiem nos confronta con la fragilidad de la naturaleza y la cultura, de la humanidad y del individuo. “Tendríamos que entender y celebrar el final como si fuera una fiesta, donde el baile continúa. 

 

Esta Misa pro defunctis se transpone y su significado cambia”. Gracias a la visión teatral de Castellucci, complementada con otras piezas religiosas de Mozart, este “Réquiem” se convierte en la celebración definitiva de la vida, donde superamos los tópicos de la fugacidad de la vida. Coproducción con origen en el Festival de Aix-en-Provence, y primera propuesta de Castellucci en el Gran Teatre del Liceu, tiene una orientación próxima a un canto a la vida de extraordinaria belleza plástica e irresistible fuerza teatral. 

 

Este “Réquiem” se opone a lo que cabría esperar de una misa de difuntos; no es un espacio de lamentación, sino que aborda temas como la cuestión fundamental del tiempo, de la esperanza de renacer; explora el origen y el fin, pero también el fin como origen mismo, permitiendo celebrar la vida en su propia fragilidad. Un final que quiere soñar en la vida, imponiéndose la circularidad y la renovación. 

 

Giovanni Antonini, fundador de Il Giardino Armonico y uno de los directores musicales más respetados del panorama, será el abogado de esta propuesta bellísima e imprescindible.

 

“Como la muerte es el verdadero objetivo de nuestra existencia, he conocido tan bien este verdadero y mejor amigo de la humanidad en los últimos años que la imagen de la muerte ya no me da miedo”

 Wolfgang Amadeus Mozart

Programa y reparto

Duración aproximada - 1h 30min

 

SOPRANO: Anna Prohaska

CONTRALTO: Marina Viotti

TENOR: Levy Sekgapane 

BAJO: Soloman Howard

 

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) 

Rèquiem en Re menor, KV.626 (1791)
Meistermusik, KV.477b (1785)
Miserere mei, KV.90 (1771)
Ne pulvis et cinis, KV.Anh.122 (1779)
Solfeggio F-Dur, KV.393/2 (1782)
‘Quis Te comprehendat’, KV.ANH.110 (1781)
O Gottes Lamm, KV.343/1 (1779)

 

DIRECCIÓN DE ESCENA, ESCENOGRAFÍA, VESTUARIO E ILUMINACIÓN: Romeo Castellucci

DIRECTORA DE ESCENA ASOCIADA: Silvia Costa

COREOGRAFÍA: Evelin Facchini

DRAMATURGIA: Piersandra di Matteo

COPRODUCCIÓN - Festival d’Aix-en-Provence, Les Arts, Adelaide Festival, Theatre Basel, Wiener Festwochen y La Monnaie / De Munt

CORO DEL GRAN TEATRE DEL LICEU (PABLO ASANTE, DIRECTOR)

ORQUESTA SINFÓNICA DEL GRAN TEATRE DEL LICEU

DIRECTOR: Giovanni Antonini

Galería de fotos
Gran Teatre del Liceu
© Gran Teatre del Liceu
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Gran Teatre del Liceu

El Gran Teatre del Liceu, creado en 1847 en la Rambla de Barcelona, es un teatro de ópera que a lo largo de los años ha mantenido su función de centro cultural y artístico. Es uno de los símbolos de la ciudad.

Actualmente es un teatro de titularidad pública (Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona y Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) administrado por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que incorpora, además de las citadas instituciones, el Consejo de Mecenazgo y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu.

Los orígenes. Del 1837 al 1847

El Liceu tiene su origen en la Sociedad Dramática de Aficionados, creada en 1837 en el antiguo Convento de Montsió por unos miembros de la Milicia Nacional, organización de ciudadanos armados de la época de signo liberal, bajo la iniciativa de Manuel Gibert.
La necesidad de crear un conservatorio de música en una Barcelona en plena expansión económica y demográfica pronto propició (1838) su conversión en el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés de S. M. la Reina Isabel II, que añadía al cultivo del teatro el del canto y la música a la italiana.
 

El edificio de la Rambla

El éxito del Liceo Filarmónico, junto con la voluntad de un grupo de destacados miembros de la burguesía barcelonesa dirigido por Joaquim de Gispert i d’Anglí, llevaron a la construcción de un nuevo y ambicioso teatro, digno de la importancia de la ciudad, que ha perdurado a lo largo de más de un siglo y medio, en el solar del antiguo Convento de los trinitarios de la Rambla.
El primer edificio, inaugurado solemnemente el 4 de abril de 1847, fue construido según los planos del arquitecto Miquel Garriga i Roca, pronto ayudado por Josep Oriol Mestres. El proyecto se financió mediante acciones mercantiles —que comportaban la propiedad privada de buena parte de los palcos y las butacas del futuro teatro— que dieron lugar a la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, llamada «Sociedad de Propietarios», la cual, desde 1855, se convirtió en responsable única del Gran Teatre del Liceu al separarse jurídicamente del Conservatorio del Liceu.
La explotación del Teatro fue confiada desde un principio a empresas concesionarias de los espectáculos, que tenían la obligación de ofrecer un número determinado de representaciones, recibiendo, a cambio, los ingresos por la venta de las localidades no adscritas a la Sociedad.
Esta situación perduró hasta 1980.
 

La creación del Consorcio

El régimen económico que regía el Liceu se mostró inviable a partir del último cuarto del siglo XX. En 1980, el primer gobierno de la Generalitat de Catalunya, ante el peligro de desaparición de una institución del prestigio cultural internacional del Liceu, crea, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu, a las que se sumarían posteriormente la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura (1985 y 1986), el Consorcio del Gran Teatre del Liceu, que se hizo cargo de su gestión y explotación.
 

El incendio de 1994 y la construcción del edificio actual

El incendio del 31 de enero de 1994, que destruyó la sala y el escenario, causó un impacto emocional extraordinario en la sociedad catalana y replanteó de modo radical la propia existencia del Teatro. A fin de poder reconstruir, mejorar y ampliar este emblemático edificio, se hizo necesario un nuevo enfoque jurídico con miras a su titularidad pública: se creó la Fundación del Gran Teatre del Liceu (1994), y la Sociedad del Gran Teatre del Liceu hizo la cesión de la propiedad al Consorci del Gran Teatre del Liceu, integrado exclusivamente por las administraciones públicas  (cesión ratificada en 1997).
A partir del preexistente proyecto de Reforma y Ampliación de Ignasi de Solà-Morales (de 1986, al que se sumaron en 1988 Xavier Fabré y Lluís Dilmé), se realizó la reconstrucción, y el nuevo Liceu —con una apariencia fiel al anterior pero dotado de una infraestructura técnica muy avanzada y ampliado con los solares vecinos de la Rambla, calle Sant Pau y calle Unió — abrió sus puertas el 7 de octubre de 1999.

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